domingo, 22 de junio de 2014

SOLEDADES, LA HERIDA DEL ALMA...




¡Ay soledad, disparas dardos venenosos
y te quedas enquistada en el alma.
hasta el alegre trino esplendoroso
de un ruiseñor que solo otea alegría
se entristece de odio por tu enfermiza
acción contra hombres y mujeres!

¡Ay soledad, el eco triste, el 
lamento humano de mayores y niños
vuela con el alma entre picos y 
montañas, entre flores y perfumes,
entre pájaros e insectos y se amplifica,
entre espíritus dolientes que solo te 
piden, que solo te ruegan, que solo
te imploran, ¡vete ya, vete, ya.! No me 
destruyas, no me quites pasión,
no me quites amor, no me quites ilusión.

Déjeme vivir, déjeme estrujar el
sabor de la vida, el cuerpo sudoroso
de una mujer, y lleno de amor susurrar
en mis oídos ¡quiéreme siempre!, tengamos
un vástago, y que sean dos, tres todo
y no les infeste esa plaga insufrible.

La brisa en los campos floridos te gritan
¡aléjate, ineluctable soledad!
¡Aléjate maldita! No lleves la miseria
a las almas, no le insufles dolor a los
corazones, heridos por falta de amor.

No quieren obscuridad sólo luz y alegría,
no quieren la opulencia de tu inefable
maldición. No te incrustes como 
sucedáneo desgraciado de las caricias
del concierto feliz de los espíritus.

¡Un mundo sin ti, sería un mundo más
bello, hasta los trinos del ruiseñor
harían fiesta a las estrellas!               (Juan Carlos Cruz Bitancourt)