jueves, 22 de mayo de 2014

VIEJO Y SOLO...1ª PARTE


En 1974, al menos en Montevideo,  Uruguay, y en Buenos Aires, Argentina, esta desgraciada miseria de la vida era con toda seguridad inexistente, creo recordar que al año siguiente en 1975, me vine a España, y ni en Madrid, ni en Barcelona pude ver semejante e inenarrable situación que vivieran ciudadanos del mundo igual que nosotros. Sin embargo cuando yo escribí este cuento tuve la sensación que era un futuro anunciado pero difícil  de llegar a concebir. Por otra parte , siempre me he preguntado si no veía mi futuro y creo que así  ha sido, solo que por fortuna he llegado a tiempo de replantearme mi vida. Todo gracias al ejemplo de alguien a quien quiero y admiro de una forma desmedida, al igual que a mi hija...Lo mismo otro cuento mas sencillo que he escrito, lo hice en 1976, viviendo ya en Madrid, y trabajando en una revista contracultural del sistema y de la época, otra, dedicada a publicidad y entrevistas sobre inmobiliarias. El cuento trata de un hombre que enloquece y a su vez tiene un alto nivel de cordura, frente al desenfrenado consumo donde el es participe y al mismo tiempo un furibundo negacionista, que repudiaba el consumo desmedido, que acaba destruyendo los valores humanos . Ese consumo estaba en pañales o casi inexistente en España, aunque en su momento, lo concebí como una situación de futuro inevitable...

Viejo y solo...       
Mi mirada se pierde en la bruma y me siento ajeno al claxon de los coches, el chirriar de las llantas en el pavimento, y el ruido incesante de los motores en marcha . El día es gris y helado y siento mi frágil cuerpo tumefacto . Por tiempos imprecisos,  no lo siento, a éste casi cadáver que me sostiene, y, me hundo cavilando sobre esta  existencia de viejo . Sesenta y nueve años de despojos y soledad me van marginando de la vida . Desfallezco y siento un dolor punzante en las vertebras ; Pero ahora mismo no puedo dejar de pensar en el hambre desgarradora que me oprime lascerando todo mi ser. ¡Cuantos viejos infelices en este "Mondo Cane"se estarán pudriendo en una esquina aferrados a un instante de vida que prolonga su torturada existencia como la mía!. Todos los días los botes de basura me ofrecen mugrientos mendrugos de pan y algún asqueroso y maloliente resto de comida que indignaría a los perros vagabundos. Así saciamos el hambre los abandonados, los que no tenemos a nadie, los que solo tenemos la nada, la ausencia, al soledad. Un vaso de leche, solo un vaso de leche en no se cuantos días o quizás años he bebido ayer, y quizás por que el chico del bar sintió piedad. ¡Tengo que llegar al bar, por que ésta piltrafa famélica necesita ese vaso de leche caliente!. Quizás el chico me vea y se apiade nuevamente.

No se que hago en este mundo despiadado, y me pregunto, cuantos años hace que vivo errante, terriblemente flaco buscando todos los días el preciado tesoro, el pan, mi escaso alimento en los olorosos tarros de desperdicios . A veces pienso que durante años hice mucho y no hice nada, y la frustración se apodero de mi, el paulatino abandono me sumergió definitivamente.
El laberinto de la vida...
La calle, la vida me recuerda aquella mujer en la lejanía, que murió con nuestro hijo en las entrañas, sumergiéndome para siempre en la maldita soledad, esa que destruye almas y tortura cuerpos, llevando tristeza y muerte. Aquellos ojos esmeraldas como dos piedras preciosas de mirada indefinible, de sonrisa tierna y cálida, aquella vitalidad y aquel amor que derramaba a su alrededor. Solo queda el recuerdo y a veces rompo a llorar por que ella me quitó y me sumió en la soledad con su vida y muerte. Poco a poco perdieron valor e  importancia las cosas para mi, mientras desorientado, perdido, a la deriva, fumaba y bebía para destruirme. Y mientras las canas veían pasar los años, los días y las noches de alcohol en cualquier calle, cualquier acera, destrozado tumefacto, olía a mugre, y destilaba alcohol hasta en la orina. Un día una chica rubia, muy joven, andrajosa y con un saco de dormir a espaldas, me tiró unas monedas en la sucia gorra, con la que pedía para comer. Anduvo unos pasos, volvió, y se sentó a mi lado. "Mira, soy drogadicta, sola, decrépita y necesito hablar con alguien". Me encontraba más sobrio de lo normal y contesté...

El resto, seguidamente en la segunda parte.
Autor: Juan Carlos Bitancourt.


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