VIEJO y SOLO...
"Compremos unos bocadillos y dos botellas de alcohol y vayámonos lejos de ésta sordidez, de este infierno de calles, metales y casas". En el campo, con el aire y el suave calor de primavera me contó su vida, su desorientación, su necesidad de no vivir, su ansia por abandonar aquel mundo oscuro, de drogas, de violencia y de desesperanzada soledad.Yo le conté la mía de borrachera alcohólica, humo hambre y soledad. Le manifesté, "No puedo darte fuerzas ni ánimo".Te falta amor. En otros tiempos te hubiera aconsejado. Hoy estoy carcomido, como un zapato viejo, y tampoco deseo salir de esto, ya es tarde para mi, pero vos aún podéis ser alguien y renovarte, dejar la droga que es lo peor que te puede seguir pasando. Largo tiempo, quizás horas nos miramos diciéndonos mucho. Yo, sintiendo su vida, su desgracia, impotente por ser una aberrante cosa destrozada. Ella, contagiándose de mi soledad, pugnando por no llorar, combatiendo con la aguja para no pincharse. Las horas pasaron , llego la noche y en su saco de dormir el fuego, la llamarada de nuestros cuerpos, rotos, desesperados, ávidos se fundió en una noche de olvido, de desolación, de miseria de amor, de inenarrable instantes de felicidad. Al día siguiente dijo, "No se si podré abandonar la droga, pero te prometo que haré lo imposible. Pero seguiré errante, por que también soy una solitaria-como tu-en este universo de locos. Quizás mi acompañante sea siempre la soledad, o tu me la has contagiado. Siempre recordaré que un día y una noche la hechamos a un lado. Tal vez haya un imposible para toda la vida". Nunca más la vi. Y de ello hace una eternidad.
Y mientras mi boca se hace agua y el estomago se asusta con arcadas, por que sienten ese vaso de leche por mi cuerpo nauseabundo. Recuerdo cuando buscaba con salvaje desesperación un sitio donde cobijarme en las noches yertas. Hasta que vino a mi memoria que una vez leí que había un dormitorio en un metro, en cualquier lugar del mundo. Y me introduje subrepticiamente y recorrí durante las madrugadas todas las lineas, todos los rincones, hasta encontrar un depósito de viejos trenes abandonados. Entre el olor a encierro, la oscuridad y las ratas y un agujero practicado en la pared para entrar por las cloacas, instalé mi derrota que todas las noches de ebriedad empedernida. Puteaba a las ratas que roían los asientos y nunca me atacaban, quizá para no emborracharme con mi carne alcoholizada.
Muchas veces, tirado por las calles me cogieron y llevaron a centros para alcohólicos, pero me fugaba a tiempo. No puedo estar enjaulado como un pájaro, entre sábanas limpias y olor a formol en estas cárceles de carniceros ataviados de blanco que querían alejarme de mi novia soledad.
Y ahora sigo por la calle caminando con lentitud, inmundo, decrépito con botella de whisqui robada en el bolsillo y la hambruna famélica de todos los días, desvalido y huraño. La muerte, esa quimera para mi soledad, no quiere venir, huye de mi, por que tiene miedo a emborracharse de mi olor a aguardiente barato y olvidarse que tiene una tarea diaria que cumplir. Quizás esta forma de violencia que vivo yo, no sea suficiente para quitarme de enmedio. Siempre he sabido que moriría en forma violenta algún día, por que es la forma en que mi compañera de toda la vida se liberará de mi. Ella está harta de mi, pero no encuentra como liberarse, por eso su única forma será despanzurrarme en una sórdida pelea, empujándome al vacío o contra un automóvil, o cualquier otra forma vil que a mi soledad se le ocurra. Tiempo...no le falta.Yo sigo, en busca de ese vaso de leche, que ilusiona como una patraña, mi sangre y mi estomago, con mi alcohol y mi curda, con mi desesperanzada melancolía, con mi impúdica soledad.
Juan Carlos Bitancour , Buenos Aires, 18 de Septiembre de 1974
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